Por Antonio López Moreno

La venta de niñas aún persiste en Sonora, son adolescentes de entre 12 y 17 años de edad, que son ofrecidas en matrimonio a cambio de sumas que rondan entre los $10 mil y $50 mil pesos. Una practica avalada en los “usos y costumbres” de las comunidades indígenas, que a pesar de que aparentemente desaparece, continúan presentándose esas laceraciones a los derechos humanos.

Esto ocurre en la tribu “Triqui” del poblado Miguel Alemán, una comunidad a escasos 40 minutos de la capital sonorense que alberga a 3 mil 500 indígenas migrantes provenientes de Oaxaca, en donde la marginación, la explotación infantil y la violencia, son el pan de cada día.

Práctica ancestral

La profesora de la escuela primaria de la comunidad indígena Bietarina Santiago Martinez, explica como se realizan las ventas de menores bajo el ancestral ritual conocido como “Dote”.

Siempre que el padre de la joven esté de acuerdo, el novio ofrece dinero, propiedades, o bienes a cambio de la mujer. La gran parte de la comunidad rechaza continuar en dicha práctica, sin embargo, hay quienes se resisten al cambio.

“Por ejemplo, a las jovencitas de 15, 16, años, si llegaban a pedirlas, si los papás aceptaban el casamiento, pues tendrían que recibir algo a cambio, ya sea dinero o cosas materiales. De ahí se hace el ritual, el proceso, pero todavía se escuchan algunos casos”.

Actualmente se practica

Víctor Rojo instructor del equipo de futbol de la comunidad Triqui, ha sido testigo de diversos acuerdos de “Dote”. El más reciente de ellos ocurrió hace aproximadamente tres meses, cuando a cambio de dos techos, un padre accedió a que su hija menor de edad abandonara su casa.

“Por ejemplo, un muchacho que tiene 32 años, tiene una hija de 14. Y un muchacho de 18 años va y la pide, el papá le dijo que le faltaban dos techos para un cuarto en su casa y le dijo que le hiciera los techos para casarse con ella”.

“En dos, tres meses le hizo los techos al cuarto y se la entregaron y se hizo la boda formal entre ellos”.

Ya que la gran parte de las madres de familia Triqui son embarazadas antes de cumplir la mayoría de edad, en un hogar llegan a convivir hasta tres generaciones, según explicó el instructor deportivo.

Es decir, son abuelos de 45 años, con hijos de 30 y nietos de 15. Estos últimos, son quienes más rechazan celebrar ese tipo de matrimonios, ya que la globalización, el acceso a internet y el acercamiento a la sociedad, han influido a que no quieran incurrir en ello.

Comunidad polémica

Efraín Delgado Carrillo fue comisario de Miguel Alemán del 2009 al 2012. En su gestión, le tocó presenciar de viva voz la realidad que impera en la comunidad Triqui, que a decir de él, viven en condiciones preocupantes de salud, con un débil tejido social y prácticas ancestrales absurdas.

En su paso por la administración pública, cuestionó la situación que se presentaba en la comunidad. Las autoridades tradicionales lo adjudicaban a usos y costumbres, y aseveraban que quien puede pagar por una menor, podrá mantenerla en el futuro.

“Yo una vez cuestioné a las autoridades de los Triquis, que si porqué lo hacían. Y ellos me dijeron: Comisario, esto es algo muy arraigado de nosotros, esto es algo que no nació aquí en el poblado, es de nuestro estado de Oaxaca.

“Lo ven como algo tan normal. Yo les pregunté que si porqué lo hacen y me dijeron: ‘es porque si una persona que va comprar a una jovencita, puede pagar, puede hacer fiesta, es porque tendrá la capacidad de poderla mantener toda la vida’. Esas eran las creencias de ellos”.

Práctica normalizada, pero pierde fuerza con el tiempo

José Eduardo Calvario Parra, quien es un investigador de Conacyt comisionado al Colegio de Sonora, lleva casi una década estudiando a las comunidades indígenas y además, ha realizado diversos servicios sociales en campos agrícolas de la costa de Hermosillo.

En sus acercamientos a la comunidad Triqui, atestiguó lo cotidiano que para algunos habitantes era la ancestral costumbre de ofrecer a las menores en matrimonio a cambio de dinero.

“Hice un servicio social en un campo agrícola. Y en ese campo agrícola, uno de los niños que iban a sexto grado, él decía que su papá había comprado a su mamá. El niño era Triqui”.

Autoridades tradicionales niegan venta de niñas

Sin embargo, las autoridades tradicionales de la tribu niegan la realidad, pues aseguran que es una costumbre ancestral, de la cual desistieron hace décadas y que solamente se practica en su natal Oaxaca.

Daniel López García gobernador de la etnia, explicó que para celebrar un matrimonio tradicional, el novio debe erogar en algunos gastos con motivo de la celebración. Sin embargo aseveró que dicha suma, no es una condición para la boda, ni para sustraer a la menor de su hogar.

“El novio tiene que comprar carne, sodas, a veces les piden unas cervezas para los invitados, es todo lo que hacemos nosotros. Hay otras gente que dicen que hacen eso, pero nosotros como comunidad no permitimos eso”.

“En el estado de Oaxaca si, hay partes donde las venden, pero nosotros ya no tenemos la costumbre esa, porque es malo, por eso nosotros no hacemos eso”.

En Miguel Alemán viven aproximadamente 5 mil indígenas migrantes de las tribus Mixtecos, Zapotecos y Triquis. El personal docente de la zona calcula que el 20% de los niños menores de ocho años no han sido registrados ante el Registro Civil.

Además, estiman que uno de cada diez niños de la comunidad Triqui vive en estado de abandono; en tanto la explotación infantil, la desnutrición y la falta de acceso a servicios dignos, siguen siendo la constante.