Los ataques lanzados el lunes por Estados Unidos contra cinco enclaves de una milicia chií en Irak y Siria han convertido al inflamable Irak en el patio trasero de las disputas entre Washington y Teherán, y amenazan con desatar la crisis más seria para EEUU en años en suelo iraquí. Al grito de “Muerte a América”, “Trump no” o “América es el gran Satán”, miles de miembros de las milicias respaldadas por Irán y sus partidarios enfilaron ayer el camino hasta la embajada estadounidense en Bagdad tras el rezo.

La ira contra el plomo que segó la vida de 29 camaradas chiíes estalló desde primera hora en las inmediaciones de la legación diplomática, en la vigilada Zona Verde de la capital, obligando a evacuar al embajador y al personal diplomático. Un pequeño dispositivo de guardias permaneció atrincherado en el interior del complejo, rodeado por una furiosa multitud que quemó banderas estadounidenses y trepó por los muros.

Los manifestantes destruyeron el sistema de cámaras de seguridad del recinto a base de ladrillos y piedras; prendieron fuego a una garita de seguridad: y garabatearon en sus puertas “Cerrado en nombre del pueblo”. Poco después, prendieron fuego en las murallas que rodean el complejo. Intramuros, entre columnas de humo, el personal de seguridad lanzó gases lacrimógenos y granadas de aturdimiento. Agentes de las fuerzas especiales iraquíes se desplegaron en los accesos para tratar de contener el asalto y las autoridades amenazaron con castigar a quienes firmaran agresiones contra edificios o personal diplomático. “Lo que sucede es un peligro del que nosotros éramos conscientes y del que debería haber sido también EEUU”, deslizó el ministro del Interior iraquí, Yasin al Yasiri.

Varios manifestantes queman una bandera de EEUU en Bagdad.HUSSEIN FALEH

A mediodía, sin embargo, las imágenes difundidas por los manifestantes mostraban a miembros de Kataib Hizbulá con sus enseñas amarillas abriéndose paso hacia la zona de recepción de la embajada, donde a los visitantes les son requisados los teléfonos móviles y deben superar el control de rayos X. Los manifestantes trataban, además, de levantar una acampada en las inmediaciones.

“Lo acaecido en la Zona Verde es un peligroso camino que puede hundir Irak en una guerra devastadora. Los manifestantes pacíficos perdieron 400 vidas en los últimos meses pero nunca alcanzaron la Zona Verde. ¿Cómo han podido ahora éstos acceder y llegar hasta la embajada estadounidense sin ningún obstáculo?”, se interrogó el diputado Sarkawt Shams, voceando las dudas sobre la complicidad de las fuerzas de seguridad en el asalto. A través de Twitter, el presidente estadounidense, Donald Trump, acusó a Teherán de “orquestar el ataque contra la embajada”. “Serán totalmente responsables. Esperamos que Irak use a sus fuerzas para proteger la legación”, agregó.

La noche del domingo, EEUU golpeó cinco ubicaciones pertenecientes a Kataib Hizbulá, una milicia pequeña pero muy poderosa, en represalia por el ataque con cohetes contra una base militar iraquí en la ciudad de Kirkuk en el que murió un contratista estadounidense e hirió a soldados estadounidenses e iraquíes. Desde entonces, la élite política iraquí que litiga para nombrar a un nuevo primer ministro y mitigar la grave crisis abierta hace tres meses por los manifestantes ha condenado el ataque estadounidense en el que resultaron heridos 55 personas, tildándola de una agresión a la soberanía del país.

“Un asalto inaceptable contra las fuerzas armadas iraquíes que tendrá consecuencias peligrosas”, denunció el primer ministro en funciones, Adel Abdel Mahdi. Las milicias chiíes, clave en la batalla que libró Bagdad contra el autodenominado Estado Islámico, se hallan integradas en el organigrama de las fuerzas de seguridad iraquíes aunque ‘de facto’ es una constelación de paramilitares apoyada y financiada por Teherán que actúa por libre y acumula denuncias de violaciones de derechos humanos.

El ataque ha avivado las demandas de parte de la población exigiendo la salida de las tropas estadounidenses. Unos 5.000 efectivos se hallan aún desplegados en el país en el marco de la coalición internacional que litiga con los restos de la organización yihadista. Se desconoce la cifra de contratistas civiles que completan la misión.

La espiral de los últimos días ha cambiado el foco de atención en Bagdad. En los últimos meses, las multitudinarias protestas que surgieron en la capital y las principales ciudades del sur del país censuraron la interferencia iraní en el sistema político alumbrado tras el ocaso de Sadam Husein hace 16 años. Ahora, en cambio, la rabia se dirige hacia la tutela estadounidense, cuyo final han reivindicado desde la invasión milicias y políticos chiíes.

Este martes, los manifestantes que se congregaron junto a la embajada estadounidenses portaron rostros de los milicianos caídos en la cadena de ataques. Entre los presentes, figuraban los principales caudillos de las milicias chiíes como Hadi al Ameri, jefe de la Organización Badr; Falih al Fayadh, líder de las Fuerzas de Movilización Popular; o Qais al-Khazali, máximo responsable de la milicia Asaib Ahl al-Haq.