Jorge Castro y Mario López tardaron 7 años en desarrollar un calzado ecológico y ahora ofrecen un producto para ayudar a aprovechar el sargazo.

Jorge viene de una familia de zapateros. Su abuelo, su padre y él nacieron en la cuna del calzado: León, Guanajuato. Desde los siete años iba por las tardes o pasaba las vacaciones en la fábrica de su padre y así aprendió cómo se elabora el calzado. La experiencia de las tres generaciones suman 80 años haciendo zapatos.

A los 12 años tuvo una experiencia que lo marcó. Un día se subió a un camión donde trasladaban el calzado y olía muchísimo a solventes, pues el 90% de las fábricas utilizan adhesivos base solvente para pegar la suela con el corte del zapato. Desde entonces dijo: “Algo voy a hacer para que el zapato deje de oler así”.

Fue 10 años después cuando consiguió pegar los zapatos con base agua y comenzó a hacer un calzado ecológico. Pero para llegar a tener el calzado que hoy tiene elaborado con 5 botellas de PET de 600 ml para el corte y 100 gramos de sargazo para las suelas, tuvo que escuchar muchas negativas y aferrarse a su sueño para seguir.

Persiste aunque te llamen loco

Jorge estudió administración de empresas, pero nunca dejó el negocio familiar. A los 21 años de edad, junto con su amigo Mario López, que había estudiado mercadotecnia, inició el sueño de elaborar su propio calzado ecológico. Primero probaron con corteza de árbol, después con polipropileno y otros materiales, “fueron cinco años y medio de prueba y error”, dice.

Mientras hacía las pruebas, la gente le decían de todo: “Estas loco”, “Eso no se va a vender aquí, solo en Europa”, “Deja de fumar, tus locuras no sirven, ponte a hacer lo que hacemos todos: zapatos tradicionales”.

Jorge sentía que no encajaba en la industria. “Siempre salía de pleito con los clientes porque no le daban la importancia al calzado común y pensaba que mucho menos le darían a un calzado ecológico”.

Los jóvenes emprendedores pasaron por mucha frustración y desesperación. A los 5 años y medio de hacer pruebas y más pruebas, Mario dio con el material del reciclado de botellas PET con materia prima para los zapatos. 

Estamos en la era del plástico, dice Jorge, desde los 90’s la botella de PET se recicla y al año se desechan 480,000 millones de botellas de este material; es decir 1,000 unidades cada minuto. Existen cinco islas de basura flotando en el océano.

Entonces empezaron a tocar puertas hasta que el ingeniero Octavio Sierra, egresado de la UNAM, quien creyó en ellos, les explicó qué tenían que hacer para obtener de la botella de plástico un material para fabricar el zapato. Pese al descubrimiento, Mario se ausentó de la empresa dos años y Jorge continuó trabajando en la fábrica de su papá y haciendo la investigación para armar el zapato ecológico. 

Después de siete años tratando de desarrollar el zapato, Jorge logró tener un prototipo e hizo que Mario regresara a la empresa para diseñar imagen, logo, embalaje. En 2014 se instalaron en la feria de SAPICA, la exposición de calzado y artículos de piel más grande de América Latina,  y “nadie nos peló”.Los comentarios eran: “Está caro”, “Está feo”, “No se va a vender”, “Es reciclado y ha de salir bien barato hacerlo”.

Jorge decidió perseguir su sueño, haciendo caso omiso de los comentarios que venían de gente cercana como su padre hasta de gente que trabajaba en las grandes marcas, y en 2016 lanzaron su primera producción de zapatos.

El emprendedor insiste, el modelo de negocio de Renovare es parte de la economía circular en donde compras una botella de plástico, la desechas, esa se reciclan y, a través de procesos, obtienes material de poliéster reciclado, con esto se hace el corte del zapato y con el sargazo se hace la suela. Lo puedes comprar, lo usas y lo puedes regresar cuando ya no lo uses para que lo reciclemos nuevamente. “Combatimos el cambio climático y la contaminación a través de un producto. Ofrece a las personas una oportunidad de hacer algo contra estos problemas”.

El sargazo está considerado como un desastre natural en 20 países, en los últimos cinco años está macroalga ha incrementado de manera importante en las playas del Caribe y sus efectos podrían traer serias consecuencias en el crecimiento turístico y económico en la región. Se estima que dicha alga genera afectaciones ecológicas, mal olor y daños a la salud.

Conseguir clientes e inversión

Para la parte de la comercialización se unió al equipo Benjamín López, socio y director comercial, una persona con 25 años de experiencia en comercialización internacional que trabajaba en el negocio familiar.

El calzado pasó por 50 pruebas de resistencia, abrasión, desgaste, para evitar que se satanice porque se cree que la suela puede desintegrarse o que no va a durar. Después de las pruebas elaboraron 50 pares que repartieron a clientes.

Su primer cliente es el parque natural Xcaret y están en negociaciones para enviar calzado a California, Panamá, Costa Rica, República Dominicana, Alemania y Haití.

Incluso hay gente que no venden zapatos y que quieren invertirles. “El mensaje está llegando, no vendemos un zapato, sino una ayuda, porque el 10% lo vamos a destinar a limpiar el océano y extraer el sargazo”. Están aliados con la organización Plastic Ocean.

En el momento de la entrevista Jorge comparte que están produciendo el primer lote para su cliente y dice que están abiertos a inversión para desarrollar más tecnología que les ayude a mejorar aún más el producto.