Enrique Peña Nieto deja la Presidencia de México con una apertura total en los medios electrónicos, pues en seis años promovió la creación de una tercera cadena nacional de TV, 150 nuevas estaciones de radio y llevó al país a ser el primero de Latinoamérica en transitar hacia la TV digital.

 

 

 

 

 

La industria de la radiodifusión mexicana experimentó una expansión durante el gobierno de Enrique Peña Nieto como nunca antes en toda su historia. En seis años, la radio nacional escuchó sobre el nacimiento de más de 150 estaciones entre emisoras comerciales y de corte público-social, y a la capital del país entró un nuevo grupo de radiofónico por primera vez en 45 años, mientras que la televisión vivió una transformación no vista desde su origen en la década de 1950 y esto gracias al esfuerzo del apagón analógico y de dos licitaciones nacionales de espectro para crear nuevos canales de TV.

En el sexenio de Peña Nieto, la Ciudad de México y su zona metropolitana se colocaron como el mercado más competido de América Latina por la oferta de canales de televisión: más de 20 señales disponibles en la parrilla para 24 millones de habitantes y a nivel país, México fue el primero de la región en entrar a la televisión digital terrestre (TDT), lo que a su vez permitió que se crearan nuevos canales con la multiprogramación de las frecuencias de espectro y ello también permitió que canales de TV de paga pudieran mirarse en abierto. Y, por su parte, la medida regulatoria del must carry y must offer ayudó a que los canales de la televisión abierta de la CDMX se miren ahora en la escala nacional por los sistemas de televisión restringida.

El espectro licitado durante el gobierno peñista para servicios de televisión y radio recaudó cerca de 4,390.1 millones de pesos para el Estado y sólo por el rubro de las contraprestaciones. Una cifra que puede ser referente también para una industria, que según PWC, ingresará 3,206 millones de dólares en 2019 sólo en televisión.

Todo lo anterior fue resultado de un compromiso de la industria y del gobierno federal plasmado en el Pacto por México de 2012 y la reforma sectorial de 2013 que derivó de aquella iniciativa empujada por Enrique Peña para equilibrar la competencia y la pluralidad de voces en el sector. De esta manera, Peña Nieto, que en su momento fue calificado como el candidato de las televisoras a Los Pinos, promovió la apertura de un mercado altamente concentrado en siete grandes grupos radiofónicos y dos televisoras nacionales, y la prueba está en que la tercera cadena nacional de TV y más de la mitad de los canales de televisión que hoy se miran en la Ciudad de México no existían hace seis años.

La historia de Peña Nieto con la radio y la televisión también tuvo capítulos feos: la reclasificación de los horarios para la transmisión de contenidos en TV para públicos adultos en horarios diurnos y el tema de los lineamientos de derechos del usuario para proteger a las audiencias en medios electrónicos fueron casos que enfrascaron por dos años a la Secretaría de Gobernación, el Congreso de la Unión y a la Presidencia de la República contra el Instituto Federal de Telecomunicaciones –el órgano técnico que regula el sector– ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación en una inusual serie de controversias constitucionales que no debiera repetirse en el próximo sexenio, coinciden especialistas.

También tuvieron eco las salidas de los reconocidos periodistas Carmen Aristegui y Leonardo Curzio de los micrófonos de MVS Noticias y Stereo Cien de NRM Comunicaciones. Pero Curzio se contrató semanas después como el principal conductor en las tardes-noches de la segunda cadena nacional de Radio Fórmula y Aristegui ha regresado a la radio matutina a través de Radio Centro 97.7 FM y podría ocurrir que su noticiero también transmita en el canal de televisión que su nuevo patrón, Francisco Aguirre Gómez, consiguió en una licitación de 2017 para transmitir en la capital.

Los impagos por 288 millones de pesos de Tecnoradio por 37 estaciones de radio AM/FM, –20% de las frecuencias disponibles en la licitación de espectro IFT-4– también pusieron en entredicho a las habilidades del órgano regulador para investigar a los licitantes.

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