Por: Sergio García

Nogales, Sonora.- Hoy los migrantes perdieron a otro ángel. A una aliada que entregó su vida por ellos, sin conocerlos, sin saber de dónde venían. Murió Doña Gilda Esquer de Loureiro.

Y digo que perdieron a otro ángel, porque hace 3 años, en diciembre, murió Don Francisco Loureiro, quien también ofrendó lo mejor de su vida por los migrantes de todo el mundo.
Ellos fundaron el Albergue de San Juan Bosco, a la par de una bonita familia, la cual atiende ahora el refugio para migrantes.

Aún recuerdo las largas charlas con Don Francisco Loureiro, y su narración de cómo fundaron ese Albergue y en esa aventura por amor a Dios y al prójimo tuvo la incondicional ayuda Doña Gilda Loureiro, una verdadera dama respetable de la ciudad.

“Íbamos por la calle, estaba nevando, en enero, imagínate Sergio, estaba haciendo mucho frío, y vimos a unos migrantes en la plaza, sin ropa de invierno, hombres y mujeres, con niños chiquitos… y los recogimos en el carro, y nos dijeron allá en la otra plaza hay más gente… Y comenzamos a traerlos a unos cuartos, pusimos cartones, cobijas, lo que pudimos para que descansaran y conseguimos calentones de ambiente”… palabras más, palabras menos.

Así como una flama de amor por el prójimo nació el Albergue de San Juan Bosco. Y ambos, Doña Gilda y Don Francisco hablaron con el Padre Armando Larios, quien les advirtió de la enorme carga que se echaban en hombros. Y así, bajo la guía espiritual del Sacerdote se unieron los tres en una labor titánica con olor de santidad.

Más de un millón de migrantes se oyen muchos, pero así fue la vida de Doña Gilda y Don Francisco, quienes renunciaron a vacaciones, a paseos, a esas satisfacciones legítimas que te da la vida, todo para atender a los migrantes.

Formaron además una bonita y ejemplar familia, con sus hijos y nietos de los cuales disfrutaron cuando la vida de migrantes voluntarios se los permitió.

En este escrito mío aparece la figura de Don Francisco, porque Doña Gilda así lo quiso. Ella siempre se mantuvo discretamente en segundo plano. Apoyando a su esposo, al modo antiguo de los matrimonios tradicionales, virtuosos y de conciencia delicada.

Pero igual conocimos la mano firme con que tuvo que guiar el Albergue para que el barco llegara a buen puerto. De igual manera fue una buena madre, de sus hijos, mientras atendía a los migrantes. Ahora hijos y migrantes la lloran con tristeza.

Madre de más de un millón de migrantes, y madre de familia, cosa nada fácil; y tampoco fácil es mantenerse en el segundo plano para permitirle a su esposo mantener siempre la guía del Albergue.

La virtud de una mujer discreta, generosa, productiva y madre cristiana retratan la vida de una mujer que fue madre protectora para los migrantes, al lado de Don Francisco Loureiro. Así fue Doña Gilda Esquer de Loureiro, quien ahora de Dios goza al lado de su esposo y del Padre Larios. Tres vidas que el destino unió para quemar sus vidas en el Altar de Dios.