En días pasados, se dio a conocer la noticia del macabro hallazgo del cuerpo de un bebé, de aproximadamente tres meses, que fue hallado en la basura de una prisión en Puebla. Sin embargo, autoridades revelaron que el menor habría sido robado de una morgue en la Ciudad de México, además de encontrar indicios de un cirugía en el abdomen, posiblemente para ingresar drogas.

Según los primeros hallazgos que realizaron peritos y agentes ministeriales, se anotó que la víctima tenía en la muñeca una cinta con los apellidos del menor, además de un documento que daba cuenta de haber estado internado en un hospital foráneo.

La Fiscalía General del Estado (FGE) cree que el pequeño habría sido utilizado para contrabandear drogas al penal debido a la incisión quirúrgica detectada en su abdomen.

El cuerpo fue hallado en el interior del Centro de Reinserción Social de Puebla (CERESO) mientras un recluso buscaba botellas de plástico en un bote de basura.

Entre las hipótesis que se manejan, es que el cadáver fue robado de un anfiteatro en la Ciudad de México y de algún modo fue trasladado y “sembrado” en el interior de la cárcel, aparentemente en uno de los camiones recolectores de basura que ingresaron entre el viernes 7 y sábado 8 de enero.

Sin embargo, se desconoce con qué intención o motivo se llevó a cabo este hecho “siniestro”, como lo llamó el gobernador de Puebla, Miguel Ángel Barbosa.

Ante los sucesos, también la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) solicitó información de hecho que causó el repudio de la sociedad y pidió al subsecretario de Centros Penitenciarios de Puebla y a la Unidad Especializada de la Fiscalía General del Estado de Puebla para que colaboren con las investigaciones y se refuercen los controles de vigilancia y revisión al ingreso al CERESO.