El número de víctimas mortales podría aumentar, ya que las autoridades reconocen que los equipos de rescate aún no han podido llegar a todas las zonas afectadas.

 

 

Cuatro días después de que un terremoto y el posterior tsunami arrasaran la costa occidental de la isla Célebes, en Indonesia, las autoridades del país elevaron la cifra de muertos de los más de 830 que se contaban ayer a 1.234 fallecidos, mientras se continúa este martes con el entierro masivo de centenares de cadáveres. La cifra que se teme que aumente exponencialmente mientras sigue la frenética búsqueda de nuevas víctimas y posibles supervivientes.

La decisión del entierro masivo, que afectará sólo a los cadáveres que ya han sido identificados, se tomó para prevenir la propagación de enfermedades en un entorno caótico en el que unas 190.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgente, de acuerdo con las Naciones Unidas.

Alrededor de 190.000 personas necesitan ayuda humanitaria urgente

No va a ser tarea fácil. La falta de maquinaria pesada y gasolina y los desperfectos provocados en las infraestructuras obstaculizan enormemente las tareas de rescate y la provisión de ayuda a los damnificados, que está siendo escoltada por soldados para evitar posibles pillajes. “Los grupos humanitarios están encontrando muchas dificultades para poder llegar a las áreas afectadas”, dijo a los medios locales Yenni Suryani, de los Servicios de Asistencia Católicos. Según relató, el aeropuerto de Palu –la capital de la provincia de Célebes Central y la ciudad más afectada– todavía está dañado, mientras que muelles, puentes y carreteras quedaron parcial o totalmente destrozados y “la electricidad está cortada en casi todas partes”.

Por su parte, el portavoz de la Agencia Nacional de Gestión de Desastres, Sutopo Purwo Nugroho, apuntó que las condiciones en el barrio Petobo, en Palu, eran particularmente malas dado que el terremoto causó un fenómeno llamado “licuación del suelo”, que derrite la superficie y la convierte en un lago viscoso que lleva al derrumbe de los edificios. “Todavía hay cientos de personas enterradas en el lodo”, aseguró.

Los equipos de rescate también luchan por acceder al vecindario de Balaroa, donde una urbanización se hundió hasta cinco metros. “Estimamos que hay muchas víctimas. Cientos o miles de personas están entre escombros que no podemos levantar”, señaló un líder comunal al canal MetroTV. Además de Palu, otra de las zonas que más preocupan es Donggala, una población de unos 300.000 habitantes que hasta ayer permanecía prácticamente incomunicada. Se teme que cuando los equipos de rescate logren acceder a este área, azotada por olas de hasta seis metros, la cifra de fallecidos pueda aumentar varios miles.

Con al menos 600 heridos en los hospitales y decenas de miles más durmiendo al raso, el presidente indonesio, Joko Widodo, anunció este lunes que su país aceptará ayuda internacional para paliar en la medida de lo posible el desastre. Países como Tailandia, Australia y Turquía ya han respondido a su llamada, y Corea del Sur se plantea distribuir hasta un millón de dólares en ayuda humanitaria. Mientras tanto, sigue la polémica sobre si los sistemas de alerta funcionaron correctamente o no –en parte debido a la falta de mantenimiento– y si se podría haber evitado de alguna otra manera esta tragedia

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