Desde los primeros meses de su gobierno, Enrique Peña intentó centrarse en una agenda de reformas gracias a un pacto político nacional y ubicó las tareas de seguridad en un segundo plano en su discurso.

Descritas por su gobierno como “golpes certeros” las capturas o abatimientos de importantes líderes del crimen organizado durante la primera mitad de sexenio fueron la norma. Al mismo tiempo, durante la primera mitad de su gobierno la incidencia delictiva se redujo al cierre de 2015 respecto al último año de la administración de Felipe Calderón en 10%, con tres años consecutivos de bajas.

La coordinación entre las fuerzas de seguridad y un mayor trabajo de inteligencia, según expuso en su Segundo Informe de Gobierno en septiembre de 2014 fueron las razones de este éxito.

Sin embargo, a partir de 2016 el componente delictivo comenzó su descomposición. Ese año la incidencia delictiva aumentó 4.4% y para 2017 se disparó 11.7%, convirtiéndolo en el año más violento en la historia moderna de México. Entidades consideradas seguras, en tanto, aumentaron su incidencia delictiva, como Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Yucatán y Ciudad de México.

Como han expuesto diversos expertos y organizaciones ciudadanas, la captura de líderes en el crimen organizado contribuyó a la dispersión de subgrupos, que pelean por el control de zonas y su influencia, lo que incidió de manera importante en el repunte de la violencia.

Reconociendo los pendientes en esta materia, el presidente en una reciente entrevista de cara a su despedida dijo: “no logré disminuir aún más los niveles de criminalidad, (…) no me siento satisfecho”.

LOS CAPOS QUE CAYERON

Estos son sólo algunos de los líderes del crimen organizado de distintos grupos que fueron atrapados o abatidos:

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